Retiro estival, retorno otoñal.


Me suele suceder en esta época del año; que no ha mucho comenzamos; el hecho de ponerme a repasar, de una forma un tanto inconsciente, todo lo vivido durante los meses que han quedado atrás durante el año en curso. Curiosamente (no sé si a vosotros os sucederá otro tanto), es como si una etapa hubiera finalizado para que otra nueva pudiera comenzar, como si fuera el momento más adecuado para reflexionar sobre todo lo acontecido y, además, diría yo, el tiempo más a propósito para proceder al cambio de calendario. Ya se que esto último nos viene impuesto en las fechas navideñas por aquello de la milenaria tradición que el culto cristiano ha ido imponiendo por todo el mundo entre propios y ajenos; además de por la más reciente y prosaica ilusión-obligación de consumo compulsivo al que parecemos abocados. Pero, mientras esto se asemeja más a una imposición aceptada por la sociedad global, no dejo de pensar que el impulso que mueve a disentir de este hecho a mi alienada percepción tiene un origen más natural o, si se quiere, primitivo.

Si nos paramos a pensarlo fríamente son muchos los eventos que dan comienzo en este mes de septiembre (siempre que, por supuesto, nos estemos refiriendo al hemisferio norte). Curso escolar, competiciones deportivas o temporadas de acontecimientos culturales son solo algunos ejemplos. A pesar de nuestro empeño por estandarizar todos y cada uno de nuestros comportamientos parece claro que algo nos impide poder hacerlo del todo.

Pero a lo que vamos. Como ya habréis notado, he dejado a esta ciudad un tanto desatendida durante estas últimas semanas (por no decir ya meses) y es que me estado centrando mucho más en el mundo real, en ese palpable y tangible, en ese repleto de olores, sabores, luces y sombras. Muchas cosas traigo en mi mochila con las que poder ir nutriéndome para cuando llegue el invierno y puedo decir, sin ningún ánimo de caer en la presunción o la arrogancia, que este ha sido, para mí, un estío de lo más provechoso e ilusionante.


No obstante, dependiendo de las circunstancias que a cada cual le haya tocado en suerte vivir, pueden resultar los otoños épocas de lo más frustrantes y tristes. Frustrantes si no hemos conseguido llevar a buen puerto las expectativas que, próximos al inicio del verano, nos habíamos hecho  conforme a cual iba a ser su desarrollo, y tristes al darnos cuenta de que ese tiempo se ha perdido para nosotros y de que ya no habrá forma alguna de recuperarlo.

Si ese es vuestro caso, y os sirve de consuelo, yo no soy de hacerme demasiadas ilusiones y, en cambio, muchas veces me he visto en esa situación.


Ese es el motivo por el quiero dedicar esta entrada a todos cuantos, en esta ocasión, no hayan tenido la misma suerte que yo o se hayan visto imposibilitados para ver colmados sus deseos. Recuerdo vagamente una frase (disculpadme, no sé si era así exactamente) que venía a decir: “Quien se rinde en septiembre ya tiene perdido el año siguiente”. No me parece que esta tenga que ser una máxima demasiado certera pero, por si las moscas… ¡¡ANIMO!! Lo que buscáis puede estar a la vuelta de la esquina así que no cerréis vuestros ojos privándoos así la posibilidad de encontrarlo.

Un gran abrazo a todos.

Comentarios

  1. Este verano ha sido el más triste que he vivido. Triste con una tristeza inevitable. Y Septiembre es un nuevo comienzo. Recojo tu ánimo, no ya para ninguna clase de búsqueda sino para aprender a seguir viviendo, de otra manera.
    Besos y feliz regreso.

    ResponderEliminar
  2. Lamento verte tan triste, sialbeya, y espero no haberte hecho sentir peor al haber descrito aquí algunos de los motivos de mi dicha.

    Solo decirte que todos pasamos por baches y que, tarde o temprano, conseguimos salir de ellos.

    Animo. Si te sirve de algo siempre tendrás tú parcelita en esta ciudad.

    Acepta el más cariñoso de los abrazos.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias Qarpatian. No soy de estar triste, pero a veces es inevitable. Otro abrazo para ti.

    ResponderEliminar
  4. Personalmente este cambio de tiempo, y de rutinas, me invita a la introspección, ya sea de lo acontecido en el tiempo pasado así como mi estado interior. Me encuentro mucho mas reflexiva y también algo melancólica.

    Esa melancolía hay quien la relaciona con la tristeza pero yo no lo siento así, creo que es la añoranza de las vivencias y este año tengo muchas buenas por rememorar y volver a disfrutar, y Tú, mi Señor, eres artífice de la mayoría de ellas.

    Por ello, debo agradecerte todo lo vivido y espero aportarte con mi presencia, aunque sea un granito, motivos para que tu vida sea, como mínimo, igual de ilusionante que este estío.

    Un gran placer pertenecerte, mi Señor
    A Tus pies.

    ResponderEliminar
  5. Sé que en los momentos que ahora te toca vivir de poco sirven las palabras, sialbeya, así que mejor guardo silencio mientras te ofrezco mi aliento en la distancia.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Bueno, mi dulce sierva, ya sabes que un poco de morriña (si es de la buena y esperanzada) tampoco es que sea mala.

    Ya lo sabes, pero te lo repito:

    SIÉNTELO, DISFRÚTALO, VÍVELO. Cada momento que pasa es irrepetible por lo que no conviene dejarlos escapar.

    Un beso y un azote.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares