Historia del dildo I. (Introducción)
Imbuidos del espíritu arrogante
que domina el pensamiento común de nuestro tiempo, tendemos a creer que todo
aquello de lo que disfrutamos en nuestros días, tiene un origen relativamente
reciente y que ha sido, precisamente, esta sociedad a la que pertenecemos la
que; sin tener en cuenta los logros de tantas y tantas generaciones pasadas; ha
sido capaz de poner en nuestras manos todo el conocimiento del que ahora
disponemos. Tendemos a pensar; tal vez en un vano intento de enmascarar
nuestros propios miedos y carencias; que somos capaces de hacer gala de una
enorme resolución, así como de una ilimitada inventiva, que nos ha permitido
desarrollar todas las innovaciones presentes sin que, previamente, nadie
hubiera realizado ningún trabajo en ese sentido.
No diré que en la actualidad no
se estén produciendo avances en infinidad de campos; estaría faltando a la
verdad si lo hiciera; pero también es cierto que se han alcanzado innumerables
progresos durante el pasado y, a poco que nos paremos a pensarlo, nos daremos
cuenta que, estos últimos, constituyen una gran mayoría.
Sé que, dicho así, parece
bastante obvio y, por otra parte, innecesario, pero existen casos (muchos en
realidad) en los que queda patente nuestra presunción a la hora de apropiarnos
de conceptos, ideas o soluciones que para nada constituyen una novedad y que, a
falta de una datación más exacta, podría decirse que han estado presentes en la
evolución del género humano desde el momento en que este ha podido ser
considerado como tal.
En el marco del disfrute de
nuestra propia sexualidad existen infinidad de ejemplos en este sentido y,
muchas veces, aquello que se nos antoja como algo revolucionario e innovador,
suele tener a sus espaldas una historia y un bagaje muchísimo más amplio de lo
que, en un principio, tendemos a pensar. Este es, ni más ni menos, el caso del
dildo.
Como herramienta, cuya única e
inequívoca función es la de proporcionar un estímulo puramente genital, se
encuentra presente ya en los albores de la civilización, en culturas e
individuos que aún no habían llegado a desarrollar, ni tan siquiera, la
agricultura (así que como para ponerse a disertar sobre otras capacidades más
abstractas; como pudiera ser el caso de la escritura; y que no aparecerían
hasta la formación de sociedades más desarrolladas enmarcadas dentro de un
ámbito bastante más complejo). Es por ello que, aquí, estamos hablando de un
comportamiento más antiguo que la propia historia y que, por extraño que parezca,
incluso en las cavernas se practicaba ya cierta forma de “tuppersex”. Pero este tema da mucho de sí, así que… vayamos por
partes.
Antes de meterse en harina, me
gustaría aclarar que, el propio termino “dildo”;
a pesar de que se usa con total normalidad y está muy extendido entre la comunidad
hispano-hablante; no aparece reconocido en el Diccionario de la Real Academia Española. Sea como fuere, son varias las hipótesis que se barajan sobre el
origen de este vocablo. Entre ellas una que sugiere que deriva del término
italiano “diletto”, que puede ser traducido como “deleite”, y otra que sostiene que su procedencia se desprende de
una palabra anglosajona para referirse a un instrumento de uso naval de forma
fálica y del que también tomaría su nombre la Isla del Dildo cercana a
Terranova en el litoral atlántico canadiense.
Existen, a su vez, otras formas
para denominar a este instrumento que nos viene de épocas pasadas:
- “Olisbo” (del griego “olisbós”)
empleado para referirse a dildos de apariencia realista y que cuentan, además,
con la representación de los testículos.
- “Godemiché” (también “godemichi”
o “godemichet”) del francés; cuyo significado más literal podría
ser el de “gózame”.
- “Godemací”, en catalán y,
posiblemente, derivada de la anterior.
-”Darshildo”, del hindi.
- “Cala goeg”, del galés.
-”фаллоимитатор”, del ruso
y que viene a significar “falo de
imitación”.
Estos han sido tan solo algunos
ejemplos, pero no está de más apuntar que la primera aparición del término “dildo” como tal para referirse al
objeto sexual que hoy todos conocemos se produce durante el siglo XVII en
Inglaterra y aparece en esa lengua bajo la forma “dil doul” (pene erecto) en una canción que
llevaba por título: “The maids complaint for want of a dil doul” (Las señoras se
quejan porque quieren dildo). También en Inglaterra, y durante la misma época,
aparece esa misma referencia documentada en varias obras de teatro (“El alquimista” de Ben Jonson y “Cuento de invierno” de William
Shakespeare).
Como habéis podido comprobar, la
palabra en sí misma ya cuenta con un amplio bagaje, aunque en castellano haya
sido oficialmente ignorada e incluso, para definir a su equivalente, “consolador” el diccionario
se despache con un escueto: “que
consuela”. Esta forma de actuar parece estar sacada directamente los
preceptos que marcaba el antiguo “Diccionario
de Autoridades” donde se establecía que: “… se excusarán todas las palabras que significan desnudamente objeto
indecente (VOL. 1, pag. XV)”.
Conocidos ya los inconvenientes
de orden moral que, para algunos, parece tener la palabra que define la
herramienta que nos ocupa, dejaré para una próxima ocasión el recorrido y
evolución del objeto en sí a lo largo de la historia y, así, de paso, aprovecho
para despertar en todos vosotros el gusanillo por el conocimiento de tan útil y
longevo instrumento.
Un saludo a todos.
No hablaré de mi curiosidad que bien la conoces ya, pero tengo que reconocer que esta entrada me ha llevado atrás en el tiempo y sentirme como aquellas primeras lecturas mías en Tu ciudad donde sentía que descubría todo un apasionante mundo a través de Tus palabras...
ResponderEliminarHe revivido sensaciones y tengo una sonrisa en el rostro al recordar a aquella dana que se acercó hasta aquí curiosa y temerosa, y escondida entre las estrechas callejuelas se perdía entre bellos textos...
Seguiré entusiasmada las siguientes entregas para conocer un poquito más, pues todo lo expuesto me ha parecido muy interesante!
Te deseo un feliz dia mi Señor
Besines dulces
A Tus pies
Todo un lujo haber conseguido que mis palabras te hayan hecho rememorar sensaciones pasadas (aunque reconozco que no era ese el fin que perseguía), sobre todo cuando resultan tiernas y placenteras al verse arropadas por una agradable; que no doliente; nostalgia.
EliminarEn cuanto a tu curiosidad..., sin duda que, con el tiempo, se verá satisfecha; aunque espero que siempre te quede algo por descubrir para así mantener viva esa pequeña chispa de incertidumbre que tanto juego nos proporciona a ambos.
Un beso y un azote, mi dulce y expectante sierva.
Muy interesante, a los que recorremos esta ciudadsiempre nos das materia para pensar y cosas que aprender..mola!!!
ResponderEliminarAunque me confieso perezosa y esperaré la continuación de la lección ;-)
Besos de finde!!
Me alegro de que la información aportada te haya resultado interesante, Shuvani, aunque..., con respecto a la espera, me parece que no es este el único tema sobre el que aguardas obtener nuevas revelaciones. Siendo así..., todo le llega a quién sabe esperar..., o eso dicen.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Interesante información, gràcies.
ResponderEliminarBesos
Un placer ser de utilidad.
EliminarSaludos cordiales.