Cadalso.
Su
acepción más conocida
nos
remite al cruel suplicio
que,
ante miradas morbosas,
se
practicaba (y practica)
con
la anuencia de poderes
amparados
en la inquina.
Pero
tiene esa palabra
otros
alcances más nobles
reservados
para escenas
con
tinte sacro y solemne.
¿Qué
puede haber más sagrado
-
me pregunto con frecuencia –
que
una entrega convencida;
surgida
de un alma fuerte;
que
se ofrece sin reservas
a
quien cree que lo merece?
No
es sólo un cuerpo indefenso,
tampoco
un objeto inerme.
Es
de las muestras más puras
que
un amor puede ofrecerte.
Ya
sé que no es muy difícil
corromper
su buen sentido,
cayendo
en el desatino
de
incurrir en el exceso,
desvirtuando
la esencia
de
tan tenaz cometido.
Que;
aunque encierre sacrificio,
en
modo alguno velado;
ha
de ser reconocido
y,
como tal, apreciado.
Y…
en ese altar levantado
a
una virtud desprendida
todo
fluye en la medida
en
que el deseo es brindado,
sin
que importe en demasía
ni
la pompa ni el boato.
Realmente es compleja la verdadera entrega, dificultoso abstenerse de apetencias y reclamos, pero creo aún mas complejo es encontrar quien la comprenda, quien sepa valorarla como se merece y sea capaz de sentir el orgullo al tener un ser por completo cedido, sabiendo guiar esa esencia para que nunca deje de ofrecerse...
ResponderEliminarYo no seria nada, no sería capaz de sentir si no fuera porque esa es Tu mirada, pues aunque sean palabras lo que todos leemos yo sé que son hechos de donde nacen...
Precioso mi Señor, el escrito y Tu...
A Tus pies
Y lo más curioso de todo; si se me permite el apunte; es que algo, que a priori pudiera resultarnos "censurable", se trasforma por completo al ser dotado de las virtudes que todos atesoramos como seres humanos.
EliminarNuestros defectos como especie (que no son pocos) consiguen emponzoñar gran parte de los desafíos que se nos presentan y nos dan la oportunidad de crecer y desarrollarnos como personas. El mal uso corrompe la esencia propiciando un "rechazo preventivo" que; sin bien está avalado por una razonable prudencia; nos impide comprender ciertos trasfondos que solo afloran en determinadas circunstancias.
En muchas ocasiones, no son las prácticas las que fallan, si no la forma que pretenden imprimirles a estas determinadas personas.
Un beso y un azote, mi dulce y atenta sierva (y... gracias por el piropo).