El fondo tras lo evidente.
En el recorrido semanal que vengo
haciendo sobre los “asuntos qarpadios”,
en esta ocasión, me vais a permitir que efectúe una pequeña digresión orientada
a ofrecer una visión de carácter más personal que arroje algunas luces en
relación a lo que ha supuesto para mí el tiempo que llevo instalado entre estas
inimitables gentes de mentalidad tan singular.
Quisiera incidir sobre este punto
pues, tras pasar unos días inmerso en una suerte de “retiro espiritual”, he adquirido una conciencia (más acusada aún)
sobre algunas cuestiones que, en buena medida, tienden a ejercer una influencia
bastante negativa sobre nuestras vidas. La aplicación de ciertos tipos de
conducta (que se nos “venden” como
encaminados a obtener una mejor gestión de nuestros recursos), en verdad,
tienden a estar enfocados hacia una serie de criterios netamente productivos, y
de incremento de la rentabilidad, destinados a favorecer; y, a ser posible,
incrementar; el estatus de determinadas élites y organismos supranacionales.
Tal vez, la consecuencia más
dramática y plausible de todo esto, se traduzca; para el ciudadano de a pie; en
los perniciosos efectos que produce la aplicación generalizada de fundamentos
“cortoplacistas” que terminan degenerando en una malentendida y feroz
competencia donde lo que importa no es realizar un buen trabajo bajo un punto
de vista ético, sino; mediante toda clase de “acrobacias demagógicas”; salir siempre lo mejor parado posible de
cualquier contratiempo, aún a costa de los demás. Como sucede en la naturaleza,
cuando el número de “depredadores” alcanza
una determinada “masa crítica” todo
el “ecosistema” se tambalea. En el caso del ser humano, los indicadores
tienden a resultar algo más complejos, pero, la lectura final que se extrae
de los mismos, viene a ofrecer las mismas conclusiones.
Cuando nos vemos incapaces de
alcanzar los objetivos que socialmente creemos tener asignados, muchas veces,
tendemos a entrar en una espiral de abatimiento y desazón que nos va minando
poco a poco y nos lleva; en ocasiones; a renunciar a nuestros propios valores
por considerarlos inútiles dentro del “orden”
en el que vivimos inmersos.
Dentro del particular misticismo
que destilan los qarpadios (en algún momento habré de explicar más
detenidamente en qué consiste su sensitivo, y un tanto alegórico, sentido de la
religiosidad) existe una figura; más bien demoníaca; que sirve para
ejemplificar ese desasosiego al que hacía referencia, que absorbe nuestra
vitalidad, arrebata nuestros sueños y nos priva de nuestra libertad más íntima
e intransferible: aquella que mora en nuestro interior. En estos lares se le ha
dado en llamar “Phàrapo” y; aunque resulte un tanto grotesco intentar
asignarle una forma; no me negareis que se trata de una amenaza muy real.
El hecho es que, en la “nación invisible”, se suele echar mano
de este recurso con relativa frecuencia: dotar de cierta entidad a determinadas
conductas (ya sean estas elogiables o reprensibles) como herramienta para el
subconsciente que ayude a identificar, con una mayor rapidez y claridad, el
componente, ya sea positivo o negativo, implícito en más de una situación.
Antes he hablado de “competencia feroz”, y he de reconocer
que en Qarpadia también está presente; sólo que, aquí, se tiende a considerar
que no existe mayor rival que uno mismo y ese es el “competidor” más importante al que se ha de tratar de batir, al que
se debe estudiar con aplomo para descubrir sus puntos fuertes y flacos y al que
nunca se ha de subestimar. Una frase bastante popular que circula por estas
tierras; y que advierte de los riesgos de no tener en cuenta este principio de
humildad para con uno mismo; reza así: “Muchos de los que temen quedarse solos es porque
no se soportan a sí mismos”.
Reflexiones desde lo profundo...
ResponderEliminar¿Misticismo? Nada aparente, al menos por mi parte.
Saludos.