Un toque helado.



Mientras un viento polar barre las calles, regreso a casa sabedor de que tú me estarás esperando, paciente y solícita, para, juntos, plantarle cara a los rigores de estos días.

Pero…, cuál sería mi sorpresa cuando, al posar mi mano sobre tus ofrecidas nalgas, constaté la evidencia de que el invierno también pugnaba por hacerse notar en esa parte de tu cuerpo.

Algo habré de discurrir con el fin revertir la situación, al tiempo que me reafirmo en mi firme oposición a que nada ni nadie intente, siquiera, apropiarse de cuanto me fuera ofrecido.



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