Rincón a secas.




Desde que tengo uso de razón he venido pensando que de tener cubiertas nuestras necesidades básicas y afectivas, en realidad, no requerimos mucho más para sentirnos razonablemente satisfechos. Con esto no quiero decir que arrojarse despreocupadamente a los brazos de un ocioso conformismo se me antoje una opción demasiado aconsejable. Tampoco soy tan cínico como para afirmar que rechazaría de plano la oportunidad de poder disfrutar de determinados artículos por el mero hecho de resultar superfluos o claramente prescindibles (a nadie le amarga un dulce), pero la cuestión es que nunca renunciaría a ver cumplidas mis prerrogativas iníciales a cambio de obtener esto último.

Por desgracia, tal suerte de razonamiento; que dicho así parece incuestionable y apoyado en la lógica más rotunda; no parece ser tenido demasiado en cuenta dentro de la espiral de consumo y artificiosos postureos que imperan en buena parte del mundo; circunstancia que, por otra parte, suele abocarnos, precisamente, a padecer todos aquellos males que publicitan atenuar: inseguridad, frustración y, en definitiva, infelicidad. No obstante, de caer en la trampa, no nos quedan demasiadas opciones de protesta, pues la elección, curiosamente, siempre se deja en nuestras manos.

Que disfrutéis todos de una muy feliz, y “simplificada”, jornada de domingo.


Comentarios

  1. ¿Cuáles serán las necesidades afectivamente básicas o básicamente efectivas? ¿Por qué separarlas?

    Si, me gusta plantear preguntas y no dar respuestas.

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares