Saltos de fe.




La fortuna, caprichosa,
a veces nos da la espalda
y, con gesto desdeñoso,
simula no conocernos.

Cuando nos vienen mal dadas
vislumbramos el vacio
que se abre ante nosotros
y buscamos un apoyo
al que agarrarnos con fuerza.

Inmersos en ese estado,
en ocasiones, caemos
en un pozo más profundo
de falaces garantías.

Abrazamos ciegamente
personas, cosas o credos
que aparentan defendernos
de todo el mal que hay afuera.

Frecuentemente olvidamos
las virtudes que atesora
la voluntad que nos mueve
y nos habla desde dentro.

Antes de dar el testigo
y recurrir a terceros,
dediquemos un momento
a ponderar la valía
de los argumentos propios.

No es despreciar el auxilio,
más bien obrar con coherencia:
cuando no hay fe en uno mismo…
¿se puede exigir confianza?



Comentarios

  1. Interesante post. Lo que ocurre es que la fe va estrechamente unida al alma porque es un carisma que nos da la seguridad de creer sin pruebas.
    Y a menudo las personas usan el término fe, cuando quieren decir confianza o incluso esperanza. De ahí las conflictos y las encrucijadas internas cuando somos víctimas de la decepción, ajena o incluso propia.

    Estoy de acuerdo con usted cuando expresa que si el individuo no puede confiar en si mismo... A penas podrá hacerlo en los demás.

    Saludos para usted y su esclava de parte de mi Amo Mayo y mios propios.
    galerna de Mayo.

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  2. Deberíamos reflexionar sobre eso en vez de alcanzar cualquier clavo encendido.
    Resiliencia.

    Mil besitos.

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