Horizonte indefinido.




En muchos sentidos, un nuevo curso está a punto de comenzar; si bien…, todos los días, sin que seamos muy conscientes de ello, estamos iniciando nuevas etapas cuyo destino desconocemos. El cambio es la constante que rige en todo el universo, pero, la lentitud con la que tales cambios tienden a manifestarse, nos hace albergar la engañosa sensación de tenerlo todo bajo control. La realidad viene a ser un poco distinta y lo cierto es que solemos contar con un margen de maniobra comparativamente infinitesimal en relación a la inabarcable inmensidad del cosmos.

Este tipo de razonamiento podría parecer fatalista y un tanto deprimente, pero a mí me gusta pensar que…, disponer de tantas alternativas de futuro posibles, contar con tantos caminos abiertos y líneas de actuación a nuestra disposición, tiende a ser (al menos, visto de un modo global) bastante más ventajoso que negativo. Ahora bien. Hemos de obrar con cierta amplitud de miras cuando pretendemos dar salida a nuestras propias inquietudes. El éxito nunca va estar garantizado, la posibilidad de quedarnos por el camino jamás desaparecerá del todo, pero siempre contaremos con la certeza de que el destino, desde su inmutable (y…, en ocasiones, terrible) indiferencia, al menos nos brindará la ventaja de mantenerse imparcial.




Mi propia filosofía de vida siempre ha estado orientada por esos derroteros, pero he de admitir que…, desde que descubrí la existencia de Qarpadia, fue como si hubiera obtenido la confirmación irrefutable que validaba todo cuanto me dictaba la intuición. Ya no era un “bicho raro”, mis propias conjeturas hallaron un sustento más amplio sobre el que cimentarse y…, más aún, una fuente de la que nutrirse y un punto de partida y apoyo desde el que dar el siguiente salto.

Pero, el trazo que va conformando mi propia línea existencial, tampoco sería el mismo si no fuera por la presencia que me acompaña en esta senda. Juntos, desde orígenes divergentes, hemos unido nuestras experiencias, anhelos y… ¿por qué no decirlo? carencias, para conformar una nueva unidad que continua avanzando en pos de un ilusionante, aunque también incierto, futuro. Conscientes de nuestra propia insignificancia en relación al conjunto, sabedores de la escasa relevancia de nuestra historia en términos absolutos, nos desplazamos a nuestro aire a través la penumbra que envuelve el porvenir, emitiendo, eso sí, un modesto y tímido fulgor que, para nosotros, resulta más que suficiente.






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