Cursos paralelos.
Visto desde la barrera, muchos
opinan que es posible simplificar el orden social imperante en Qarpadia como el
que se presupone siempre a una colectividad bipolar, donde uno de sus
estamentos se arroga el derecho de autoridad y disfruta de todos los beneficios
y al otro, por contra, sólo le resta acatar de buen grado su sometimiento y
aceptar sin rechistar toda suerte de privaciones y sacrificios.
Resulta un hecho innegable que,
los qarpadios, se reparten sus funciones como grupo en consonancia a unas
premisas que se derivan de dos roles bien definidos y diferenciados, pero eso
no quiere decir que no exista un alto grado de complicidad entre las partes. Muy
al contrario de lo que podría suponerse a primera vista, ha sido, en el seno de
esta “pintoresca asociación”, donde he
observado las mayores muestras (cuantitativa y cualitativamente hablando) de entendimiento,
cooperación y… ¿por qué no decirlo?, ternura. Tal vez eso se deba a que…, gracias a su óptica
tan particular, no existe una duplicidad de responsabilidades. Cada cual tiene muy
claro cuáles son sus cometidos y, por ende, se producen muchas menos
interferencias en la toma de decisiones. Las líneas de actuación trazadas para
cada grupo son distintas y no se cruzan, en ningún momento, en lo que a
cometidos se refiere. Aunque, de igual modo, discurren siempre en paralelo, sin
apartarse nunca de la dirección que viene determinada por un objetivo común.
No se censuran las preferencias
personales, ni se entra a valorar el carácter de cada individuo, siempre y
cuando no se pierdan de vista los puntos de referencia establecidos. ¿Será ese
el motivo por el cual existe una diferencia de opinión tan notable entre muchos
de los que son ajenos a esta dinámica? ¿Será por eso que a algunos se les
antoja como una de las muestras de intolerancia más palpables y vergonzosas y
otros, en cambio, lo interpreten como un claro ejemplo de todo lo contrario?
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