Atisbos de infante.





Han llegado a definirme de muchas maneras:
extraño, maniático, hermético,
ha habido hasta quienes me han atribuido
cierto grado de parentesco con el verbo
al incluirme en la tipología de lo pluscuamperfecto
(si bien el resto -los más-
se conforman con imputarme alguna clase de demencia
 aún por determinar).
No obstante, ha tenido que ser la mirada de un niño
la que ha terminado por dar en el clavo.

Desde la útil simplicidad de un razonamiento directo
acabó por resolver la ecuación de manera brillante;
despejando todas las incógnitas de prejuicios adquiridos
y prescindiendo de todo signo innecesario;
en tres sencillas palabras que lo engloban todo,
en una frase acertada que…, incluso a mí,
me abrió los ojos en más de un sentido.

“A otro nivel”

Sí, esa es la verdad,
sin arrogancias ni desequilibrios,
sin ninguna insuficiencia de por medio
a la que culpar de una diferencia -por otra parte-
completamente natural y razonable.

“A otro nivel”.

Ni mejor ni peor. Ni más alto ni más bajo.
Uno más entre tantos, una alternativa vital y de expresión
a disposición de todo aquel que guste compartirla.
 Lástima que…, lastrados por los años
y las desilusiones acumuladas en ellos,
perdamos esa clarividencia y esa capacidad
de quedarnos tan solo con lo que importa.


Comentarios

  1. La mirada de un niño es cristalina... los años y el exceso de experiencias la van mermando.

    Mil besitos y feliz noche.

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