Incondicional.
Cuán fácil se manifiesta
la emisión de
conjeturas
grandilocuentes,
rotundas,
sin salir del
burladero.
Te suponen sometida
y adjudican sufrimientos
de una infeliz condenada
a un tormento sin enmienda.
Entre tanto, te
escabulles
por las grietas del
discurso
y recorres la
distancia
que media hasta tus
deseos.
Y…, cuando al fin los
alcanzas,
te encomiendas, consecuente,
al dictado de esos gozos
para lograr
entenderlos.
Llegados hasta ese
punto
la nitidez se acentúa
y la práctica
transforma
las dudas en
devociones.
Ya no importa el veredicto
de los ajenos al
caso.
Sólo te dejas ir
libre
mientras disfrutas tu
esencia.
Incondicional por
experiencia,
por propio
convencimiento,
por el empuje de un
credo
que siempre habías albergado.
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