Pudor con matices.
Cuando uno se deja ir sin más por
entre las calles de Qarpatia, parece como si, a la vuelta de cualquier esquina,
nos estuviera aguardando una nueva sorpresa. He de advertir, no obstante, que no
conviene demasiado deambular por estos contornos si somos conscientes de que vamos
a imprimir a nuestra mirada un encuadre excesivamente intransigente. Si se
diera el caso de que fuéramos portadores de un juicio inflexible, a buen seguro
que, más pronto que tarde, nos terminaríamos sintiendo incómodos y, hasta
incluso, violentados. Esto no quiere decir que los moradores de la ciudad tras
el sol sean unos individuos de carácter sórdido y exterioricen una enfermiza
tendencia a manifestar unos usos pretendidamente desvergonzados, pues, sus vergüenzas
(en ciertos aspectos) discurren por derroteros bastante distintos a los que
cualquier foráneo entendería como normales.
Ahora bien. No está de más obrar
con cierta prudencia y no pasarse al otro extremo incurriendo en la temeridad
de pensar que, aquí, vale todo. Existen unas pautas claramente establecidas -aunque
algo complejas a nuestros ojos- que no deben de ser ignoradas, por lo que,
antes dejarse llevar por el entusiasmo derivado de apresuradas suposiciones, no
viene nada mal darse un pequeño margen para adaptarse e ir aprendiendo, a fuerza
de observación (algo, dicho sea de paso, muy apreciado por todos los
qarpadios), los rudimentos de su bien diferenciada forma de interactuar.
Os aseguro que…, de seguir mi
consejo, durante ese necesario periodo de toma de contacto, no dejareis de
contar, y disfrutar, de interesantes e inusitadas experiencias.
Comentarios
Publicar un comentario