Reflectancia.
Prendido a los hilos del tiempo queda suspendido ese temperamento que gravitaba sobre alevosos raciocinios y algunos temores fundados. Ante un tropel de súbitos augurios, victoriosa se manifiesta una inquieta sobriedad frente a cuyo aplomo sucumbe la artera y opaca hostilidad que, en la bruma de la duda, dormitaba distraida con la solemne determinación fruto de su ímpetu callado. Amaga un finta el destino para mostrar el reflejo de una presencia no del todo ignorada; y entonces, con insolente descaro, ese semblante se eleva a seculares altares que se creía olvidados y a los que, ahora sí, la evidencia dió por ciertos.