El viaje de Luna. (III)
Viene de...
A lo largo del intrincado
laberinto que se extiende bajo la tierra, Luna fue abriendo camino por el
oscuro sendero, descubriendo, paso a paso, conducida por su aura, los contornos
que se abrían ante su atenta mirada.
Aquel monótono paisaje cavernoso,
conforme iba ascendiendo, adquiría nuevos matices. El aire inerte y estanco de
las profundidades iba dando paso a otro mucho más complejo, impregnado de
sutiles fragancias que a Luna le resultaban del todo desconocidas. Cuanto más
se acercaba a la superficie más evidente se hacía su presencia. Pero eso no era
todo. Sobre las pétreas paredes; hasta entonces desnudas; comenzaban a
apreciarse los rastros que la vida dejaba a su paso y como algunas de sus más
básicas representaciones se atrevían a colonizar aquellos sombríos lugares.
Aquellas muestras se fueron haciendo cada vez más abundantes y notorias y, como
colofón a todo esto; aunque fuera de un modo muy tenue; comenzó a resultar
apreciable toda una amalgama de nuevos colores.
Al tiempo que todo esto sucedía,
Luna tuvo conciencia de como su entorno se iba templando y de como, frente a
ella, iba emergiendo una porción de aquella dorada luminosidad que el astro rey
infunde al mundo y que se filtraba por entre las grietas que se abrían en la
roca. Como cascadas rectilíneas, silenciosas y poco propensas a adherirse a las
normas gravitatorias, aquellas columnas inertes sostenían lo invisible dándole,
incluso, forma. Fue gracias a ellas como, por primera vez, pudo contemplar la
obra de los seres humanos y de como sus impulsos civilizadores se empecinaban
en alterar el orden natural de las cosas. Ante sí se erigían los restos
tallados en piedra de glorias pasadas, arquitecturas efímeras de una voluntad
acotada por la física, retazos de unos alientos seguramente apagados. Mas, allí
estaban, desafiantes, haciendo alarde de su decadente belleza ante tan
imprevista espectadora, dotando a aquel escenario de un embrujo indefinido que
trascendía el objeto para el que fue concebido y el alcance temporal de sus
propios creadores.
Absorta como estaba ante tantas
novedades, Luna no prestó la debida atención a la inquietante presencia que
vigilaba sus pasos. Alguien; o algo; llevaba ya un buen rato siguiendo el
rastro que dejaba escudriñando entre las sombras; cuidándose muy mucho de que
la luz del sol no lo alcanzara. Veloz pero sigiloso, se movía con presteza con
un único y firme propósito: deshacerse con rapidez, de forma salvaje y cruenta,
de aquella intrusa que había tenido el escaso acierto de adentrarse en sus
dominios. No pensaba que aquello fuera a resultar muy difícil pues contaba ya
con sobrada experiencia a la hora de arrebatar la vida a todos aquellos
incautos con los que se encontraba. Mineros audaces y curtidos que habían
recalado a aquel lugar ambicionando las riquezas que escondía la tierra;
pastores que habían tenido la mala fortuna de buscar refugio en aquellos
túneles al verse sorprendidos por alguna tormenta; e, incluso, algún que otro
temerario aventurero que, conocedor de las leyendas que circulaban acerca de
tan funesta criatura, buscaba hacerse un nombre merced a la hazaña de vencer a la
bestia. Todos y cada uno de ellos habían caído bajo las garras y las fauces de
aquel abominable engendro. ¿Qué podría hacer entonces un ser tan enclenque y
desamparado como aquel que se movía tan confiadamente por terrenos ajenos?
El monstruo se dispuso entonces a
atacar. Calculó la distancia que lo separaba de su presa y determinó la
trayectoria y el impulso necesarios para llevar a cabo su feroz acometida.
Cuando estimó encontrarse en la posición más idónea, se abalanzó como un rayo
sobre la espalada de tan ingenua carnaza; mas…, cuando ya estaba a escasos
metros de alcanzar su objetivo; Luna se volvió de repente y se le quedó mirando
con una mezcla de extrañeza e inocente curiosidad.
- Hola. – dijo con la mayor
naturalidad. – Me llamo Luna. ¿Tú Quién eres?
La criatura dudó que hacer
durante unos instantes. Jamás había presenciado una reacción de aquel tipo y,
como suele suceder con todo aquello que no nos esperamos, no supo muy bien de
que forma actuar. Finalmente, tras unos segundos de confusión, emitió un
espeluznante rugido a modo de amenaza que hizo temblar las paredes de la cueva,
provocando, incluso, un pequeño desprendimiento no muy lejos de donde se
encontraba. Pero a Luna, aquello, no le produjo la impresión deseada. Conocía a
la perfección el lenguaje de la tierra; que es, en definitiva, la base del que
usan todos los seres vivos; y supo traducir puntualmente los términos que se escondían
tras aquel acceso de rabia.
- ¿Por qué me dices eso? –
inquirió ladeando ligeramente la cabeza mientras hacía un mohín que obligaba a
sus finísimas cejas a tocarse en un gesto de desaprobación. - ¿Te he ofendido
al preguntarte tu nombre?
- ¡¡Mi nombre es Furia, pero no
creas que por darme conversación evitarás que te despedace!! – bramó el
engendró.
Para Luna, aquello ya era pasarse
de la raya, así que, con los brazos en jarra, adoptó una expresión contrariada
mientras hacía frente a aquel ser tan poco educado.
- ¡¡A ver!! – exclamó
visiblemente indignada. - ¿¡Acaso te he hecho algo para que te muestres tan
descortés conmigo!?
La mole de músculos sedienta de
sangre que tenía frente a ella cada vez se sentía más confusa. Lo normal hasta
entonces había sido que, su sola visión, hubiera bastado para generar las más
desmesuradas muestras de pánico que pudieran llegar a imaginarse. Pero en
cambio, en aquella ocasión, el rostro de su inesperada interlocutora no dejaba
traslucir el menor atisbo de temor; más bien, al contrario, lo que Luna le
estaba trasmitiendo era un fuerte sentimiento de reprobación no exento de
cierta lástima.
- ¡¡Silencio, niña insolente!! –
alcanzó a pronunciar tras la incómoda pausa. - ¡¡Has de saber que tienes
frente a ti al ser más poderoso que puedas encontrarte en cientos de leguas a
la redonda!! ¡¡Nadie osa acercarse a mi morada, pues es grande el terror que
inspiro entre los habitantes de estas tierras!! ¡¡Yo soy el verdadero Señor de
estos lugares y tomo cuanto me place siempre que quiero!!
Aunque aquellas palabras habían
sido expresadas con ánimo de intimidar, no puede decirse que sonaran demasiado
convincentes. Por otro lado, en el preciso instante en que fueron emitidas, la
bestia comenzó a notar como una angustia se iba apoderando de ella. ¿¡Qué
estaba haciendo!? ¿¡Qué necesidad tenía de justificarse ante alguien de tan
escasa importancia!? Todas sus premisas empezaron a flaquear, lo que trajo consigo
que su seguridad en sí misma también se viera menguada.
- ¿Ah sí? – se oyó decir a Luna,
que era muy consciente de las dudas que afloraban en la mente de quien había
pretendido agredirla. – Si eres tan poderoso, entonces… ¿por qué te escondes?
- ¿¡Esconderme yo!? ¿Qué tonterías
son esas? – bramó el engendro mientras que, apenas sin percatarse, comenzaba a
retroceder.
- Sí. Esconderte. – afirmó Luna. –
Escoges un sitio oscuro y apartado para vivir cuando podrías hacerlo en
cualquier otro lugar. Decides quedarte solo y aislado sin contacto con el resto
del mundo. Recelas de la luz y de todo cuanto puede descubrirte. ¿Cómo
llamarías tú a eso?
La criatura, aunque fuera
lentamente, ya había emprendido una retirada consciente e inequívoca pues era
ella la que, ahora, sentía el temor. Temor por verse traspasada por una mirada
pura, temor al ver que su alma era tan fácilmente derrotada, temor de no ser
temida. Cayó en la cuenta de que su fuerza residía en generar, precisamente,
ese temor y que, de no poder conseguirlo, en realidad, no era nada. Sentía como
si se estuviera encogiendo por momentos y que Luna, en cambio, se expandiera
cada vez más mientras irradiaba la nítida luz que albergaba en su ser. No lo
pudo soportar por más tiempo. Dio la espalda a su pequeña oponente y comenzó a
correr, como nunca antes había corrido, en pos de una paz de la que se sabía
expulsada. Llegó, incluso, a gritar de terror mientras se alejaba presa de su propia locura y de la constante
cerrazón que había nublado su existencia.
- ¡¡No tengas miedo!! – fue el
mensaje que Luna trató de hacerle llegar. - ¡¡Existen muchas formas de mostrar
tu poderío!! – pero la criatura ya estaba lejos y de su presencia solo daba
cuenta un vago gemido lastimero que brotaba de las profundidades de la gruta.
No tenía sentido permanecer allí
por más tiempo. Los destinos de ambos seguían caminos opuestos. Así que Luna
continuó por el suyo hasta llegar a un punto en el que las ruinas que había
estado admirando se abrían al exterior dando paso a un estrecho desfiladero
donde la luz que la inundó se teñía con el intenso verde de la frondosa
foresta.
Había salido al mundo y todo se
mostraba nuevo y fascinante. ¿Qué insospechados desafíos estarían aguardando
más allá de donde alcanzaba su vista?
Umm... me gusta esta historia....ale, enganchada estoy!!! ;-)
ResponderEliminarBesines....espectantes..
Espero no decepcionarte con las futuras entregas, estimada Shuvani. Es lo que suele pasar cuando se crean expectativas. De todas formas, decirte que, como ni yo mismo tengo muy claro a dónde nos conducirán los pasos de nuestra protagonista, al menos no dejaremos de sorprendernos.
EliminarUn fuerte abrazo.
La evolución de esta historia me ha dejado completamente emocionada y que Tu sepas perfectamente los motivos es un verdadero lujo para mí.
ResponderEliminarQue decirte que ya no sepas, que contarte que no conozcas, que expresar que no hayas vivido conmigo...Tan solo puedo darte las gracias y pedirte que me sigas mimando con la belleza de Tus palabras...
Dulces sueños mi Señor
A Tus pies
No dejes nunca de abrir tu mirada a los pequeños retos, pues de ellos surgen las chispas de las grandes ideas y las soluciones más fiables a la hora de encarar nuestros problemas cotidianos.
EliminarVas comprendiendo el valor de todo ello y yo me enorgullezco del valor de tus avances y de la quietud que logras imponer a tus viejas angustias.
No obstante, dulce sierva, no te confíes en exceso pues, sin duda, otras nuevas estarán acechando y esperando el momento oportuno para hacerse visibles.
Un beso y un azote.