La hora celeste.
Asomado a los confines que me donan ciertos
medios,
asciendo velozmente sin olvidar la nostalgia;
ya se dibuja en el cielo, entre jirones de
nubes,
el trayecto recorrido aunque en dirección
contraria.
No es este un lugar que habite;
lo transito en ocasiones;
mas me reporta emociones
que de otro modo se escapan.
Elevado sobre el mundo por la fuerza de la
ciencia;
aflorando a mi conciencia las huellas recién
hoyadas;
se dispersan por el suelo que ante mis pies
se despliega
las luces de ese retablo que forma la enseña
humana.
Ya me alejo hacia horizontes entre estrellas
vespertinas,
ya soy un punto lejano que apenas la vista
alcanza,
y todo lo acontecido por debajo de esta
altura
se desliga del contacto, sólido, que en
tierra manda.
Volveré a bajar del cielo en una orilla
distinta
cuando la noche sea dueña de esta ruta
atravesada;
mas mis ojos siguen fijos, a pesar de estar
tan lejos,
en ese brillo ambarino que emana de tu
mirada.
Miré al luminoso cielo abrazar la oscuridad,
ResponderEliminarsabiendo que Tu desde el alto podías divisarme mejor,
y pedía entre sordos sollozos de añoranza,
que en ese precioso vuelo me llevaras junto a Ti,
lanzando esperanzada a las nubes mi mirada para Ti.
Compruebo asombrada que superaste incluso mis súplicas, y creaste a partir de Tus emociones increíbles letras dedicadas...
No soy quien para juzgarlo, pues eso únicamente te corresponde a Ti, mi Dueño y Señor, pero hoy me siento tan indigna que me conmueve sobremanera leerte...
Gracias mi Señor...
A Tus pies
Tú, mejor que nadie, conoces tus propios sentimientos, dulce sierva. No veo, entonces, un motivo por el cual debas sorprenderte de los míos.
EliminarUn beso y un azote.