Lo que acontece entre tanto.

 


Pasa la vida rauda ante nuestros ojos como manifiesta el ajetreado ir y venir del enjambre humano que se agita incesante. Trasiego tumultuoso que no parece obedecer a una causa concreta. Destinos cambiantes, indeterminados, que se entrecruzan en un bucle desordenado, en apariencia infinito, y que, sólo de tanto en tanto, conduce a los viajeros al enclave deseado.

Así se manifesta el recorrido personal de multitud de individuos. Tan embebidos por sus prisas por parecer que, en realidad, pocas veces llegan a ser. Tan abrumados por la urgencia de sobresalir que se olvidan, casi siempre, de vivir.

En paralelo, en infinidad de reductos ocultos a plena vista, florecen experiencias de largo recorrido que no precisan moverse del sitio para superar los horizontes previamente establecidos y..., si fuera el caso, fijarse otros nuevos. Refugios íntimos al alcance de unos pocos entendidos que se recrean con los frutos de su trabajada fortuna, ajenos a las miradas cargadas de envidia que, sin disimulo alguno, les lanzan quienes no han hecho (ni harán) nada que les permita degustar las mieles de una existencia plena y sosegada.

Lo más curioso es que..., aunque por vías distintas, para unos y otros, todo sucede al unísono. Todo acontece... entre tanto.

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