Posteo.
Tanto en nuestra ciudad, como en el resto del área geográfica sobre la que se circunscribe, no es demasiado infrecuente advertir cómo se materializa una inaudita dinánica a medio camino entre el estímulo y la amonestación.
La práctica del "posteo" (no confundir con esa otra acción; ciertamente extendida, y a menudo bastante más trivial, de publicar cualquier cosa en redes) viene a consistir en una suerte de intercambio de individuos adscritos al vasallaje, sin necesidad de que exista ningún tipo de negociación o contacto previo entre sus titulares ni se exijan demasiadas condiciones. Con respecto a esto último, el único requisito que se ha de cumplir es el de reponer los efectos adquiridos a través de este medio por otros de similares características.
La medida en cuestión consiste en dejar expuestos públicamente a aquellos servidores que hayan dado claras muestras de una acusada indolencia y/o indisciplina en ciertos lugares designados previamente como "postas". Los servicios de los individuos que se hayan hecho acreedores de ostentar tan denigrante condición podrán ser requeridos de forma indefinida por cualquier persona que lo desee, siempre y cuando; como ya se ha dicho; deje pedositado en el mismo lugar un recambio que sustituya tan singular adquisición.
Esta costumbre, además de suponer un irrebatible y contundente correctivo, obedece a esa notoria idiosincrasia ejemplarizante tan presente en muchos de los usos que se manejan por estos contornos.
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