Seductores escorzos.
Tras las ásperas usanzas
adquiridas con el tiempo,
surges tú para romper con todo,
para inducir el cambio,
para inspirar nuevos propósitos.
Sin articular palabra alguna,
te pronuncias con tu cuerpo
estableciendo una pauta
de certeros silencios
y atinados ademanes.
Latiendo en el movimiento,
tus miembros discurren, lentos,
por las sendas que construyes
en fugaces paraísos
de eminente símbolismo.
Al compás de ese conjuro
que construyes con aplomo,
te vuelcas en la opulencia
de unos gestos bien sencillos
y, aún así, deliberados.
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