Gestión del deseo.
Como, sin duda, ya habréis observado, en esta ciudad se tienden a cultivar las artes lúbricas de un modo muy particular. Podríais decirse incluso que, en esencia, es uno de sus activos más importantes, por no decir el que más.
Mantener vivos esa clase de apetitos, y en una alerta casi permanente esa querencia tan definida hacia todo lo que es capaz de desprender cierto grado de voluptuosidad, es casi una norma de obligado cumplimiento y, a través de esa latencia, es como se persigue obtener la mayor cantidad de recompensas posible en ese sentido.
Por un lado se trata de saber aprovechar el contexto y las situaciones adecuadas cuando se presentan, pero también se incide con cierta insistencia en aprender a crearlas sin necesidad de esperar a que sea la providencia la que se ocupe de proveerlas.
A fin de cuentas, todo se reduce a conseguir que el concepto de disponibilidad no dependa tanto del azar como las ganas de sentir que se tengan.




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