La armonía de los cuerpos.
Partitura inacabada
a la espera de unas notas
que den forma a la obertura
de su latir encubierto.
Adagio lento que crece
bajo una piel que desliza
evidentes sugerencias
del sentido de su ritmo.
Minuet que se acelera
después de haber exhumado
sensaciones enterradas
en lo más hondo del cuerpo.
Allegro vivo que explota
de anatómicos compases
perfectamente integrados
y de clímax inminente.
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