He ahí la cuestión.

 


En todo el marco de la nación invisible, el shaimanm simboliza muchas cosas, pero, sobretodo, suele ser entendido como un periodo de profunda reflexión. Es la época del año donde más hincapié se hace sobre todas esas cuestiones de difícil tratamiento, sobre ese cúmulo de verdades incómodas que se resisten a ser debatidas y sobre el complejo equilibrio que media entre voluntad y conveniencia.

A los que ya estáis familiarizados con el particular ordenamiento de este lugar, puede que os resulte un tanto extraño lo que estoy a punto de decir, pero eso no le resta un ápice de validez o todo cuanto habéis ido descubriendo hasta ahora.

Sabéis que en Qarpadia tienen un modo muy particular de enfocar las relaciones sociales y..., así como en otros lugares a lo que se aspira (al menos en teoría) es a la consecución de una especie de "tabla rasa", aquí se insiste de manera muy evidente en mantener vivas y bien acotadas determinadas diferencias. Hasta aquí, todo bastante normal dentro de lo ya expuesto.

No obstante, aunque muchos de vosotros pudierais pensar que no existe límite alguno a los retorcidos placeres que emanan de las calenturientas mentes de quienes pueblan este esquivo rincón del mundo, lo cierto es que sí que existen esos límites. No sólo existen sino que, además, no se acepta ningún tipo de transgresión o maniobra que pretenda eludirlos.

¿Quiere esto decir que nos hayamos ante un tipo de sociedad artificiosamente uniforme donde impera un enfoque rígido e indiscutible? Sí y no. En lo que a determinadas normas de convivencia se refiere hay que admitir que así es (creo que ya me he referido a esta cuestión con anterioridad). Pero..., en parte, esto es así para proteger, precisamente, la pluralidad del conjunto. Me explico.

Cuando una colectividad carece de normas no es posible establecer ninguna clase de ordenamiento social sostenible pues cada individuo, a título personal, atenderá únicamente a sus propios intereses (que..., aunque en algún momento pudieran suponer un beneficio para terceros, no estarían encaminados a la consecución de un objetivo común).  No se puede implementar un estado de libertad individual sin imponer ciertas limitaciones a esa libertad. Lo que diferencia a unas sociedades de las otras es dónde se pone el acento a esas limitaciones.

La pregunta que deberíamos hacernos es... ¿qué queremos evitar en el momento de establecer esas limitaciones? Creo que todos estaríamos de acuerdo en adoptarlas cuando estas obedezcan a un bien común y nos protejan de un daño evidente e incuestionable. Pero... ¿las diferencias de pensamiento suponen un daño? ¿La pluralidad; con independencia del ámbito en que se desarrolle; supone una amenaza?

Pues bien. En Qarpadia, la respuesta a estas dos últimas preguntas es un rotundo NO. Por esa misma razón, uno de los límites infranqueables que imperan entre estas gentes es el rechazo más absoluto ante la pretensión; por parte de cualquier persona o colectivo; de imponer una corriente de pensamiento único.

Las opiniones podrán ser debatidas, pero jamás combatidas. La libertad de acción puede (y debe) ser limitada en determinados contextos, pero la diversidad intelectual no puede estar sujeta al dictamen de ningún grupúsculo que trate de imponer su voluntad y sus ideas sobre el resto. Esta es, ni más ni menos, una de las líneas rojas sobre las que se sustenta el ordenamiento qarpadio y, sobre ello, no se admite discusión alguna.

Además, si lo pensamos fríamente, que atractivo podría tener una sociedad donde todo fuera absurdamente monocromático. Reflexionad sobre ello si alguna vez os habéis sentido tentados a defender el argumentario de cualquier tipo de pseudo-elíte que manifieste estar siempre en posesión de la verdad. Es el momento de hacerlo. La historia ya nos ha dado sobrados ejemplos de lo que pasa cuando esas voces apagan a las del resto.

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