Celestiales.

 


La pasada semana ya deslicé por aquí alguna pincelada de cómo viven estas fechas los residentes de nuestra enigmática ciudad. Pues bien. Hoy quiero ahondar un poquito más en el tema y hablaros de unos entes que los lugareños conocen por el nombre de "celestiales".

Si quisiéramos asimilarlos con iconografías más tradicionales, serían algo así como angeles, pero su misión no es la de obedecer y hacer cumplir la voluntad de un ser todopoderoso. Se trata, más bien, de criaturas más emparentadas con las musas, pues buscan inspirar en los seres humanos algunas de las virtudes más básicas y pertinentes que..., se supone, han de darse entre semejantes.

Se dice que son el susurro que escuchamos cuando nos sentimos tentados a no aplicar  en nuestros actos la debida rectitud, la voz de la conciencia que previene sobre la inconveniencia de adoptar ciertas decisiones.

Su influencia se deja sentir durante todo el año, pero es en estos días; a punto de desprenderse la última hoja del calendario y a las puertas de un nuevo ciclo; cuando se emplean en hacer balance de todo lo acontecido. Como heraldos del karma, se ocuparán de premiar a quienes hayan obrado con honestidad y de sancionar, por contra, a quienes hayan ignorado sus juiciosas indicaciones. Pero no os confundais. Sus obsequios, de haberlos, poco tienen que ver con lo material (al menos, no de un modo directo). Sus recompensas tendrán más que ver con la exitosa consecución de algún proyecto o la oportuna aparición de un remedio que venga a solventar un problema sobrevenido. 

Existe un dicho que ronda con frecuencia por la nación invisible y que, durante las próximas jornadas, cobra, si cabe, un mayor sentido: "La fortuna podrá ser caprichosa, pero los celestiales saben muy bien a qué han venido".

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