Renglón seguido.
Hay una clama engañosa
que se adueña del instante
cuando se queda en el aire
el siguiente movimiento
de los vedados arcordes
que fluyen improvisados.
Es en esos momentos de pausa,
en esos interludios intencionalmente imprecisos,
donde la tensión se dispara
como antesala al delirio.
Sientes como recorre tu cuerpo
una energía indescriptible
transformándote en la encarnación
de ese "y..., ahora, ¿qué?"
que viene a saciar
tu hambre y la mía.
Vívido espacio en blanco
entre frases percibidas
de un particular diálogo
donde todo,
y digo TODO,
alberga siempre un sentido.
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