Gabinetes licenciosos.

 


Desde bien antaño, en las haciendas y casa solariegas diseminadas allende nuestra ciudad, se comenzó a extender la costumbre de disponer de una estancia; adicional a las del resto de este tipo de residencias; que estuviera destinada únicamente al ejercicio de las más variadas e impúdicas disipaciones.

El estilo de dichos aposentos, así como la naturaleza de las actividades que se desarrollaban en su interior, podían estar sujetos a ligeras variaciones en función a la influencia que ejercieran sobre su moradores sus propias inclinaciones e inquietudes; si bien, con carácter más o menos general, se solía observar en todos ellos cierto gusto por la elegancia y el refinamiento.

Con el tiempo; aunque con frecuencia se tienda a abordar de un modo mucho menos ostentoso; esta costumbre se fue extendiendo, de manera progresiva, a lo largo y ancho de todo el territorio de la Nación Invisible.


Con cierta frecuencia; tal vez como un reflejo de la evolución que, de manera progresiva, va calando en la forma en que se desarrollan determinadas pulsiones; esos entornos, así como los empleos que se les aplican, se han vuelto más crudos; y la atmósfera que destilan tiende manifestarse más oscura y decadente.

Sea como fuere, en ambos casos, el objetivo primordial permanece invariable, y este no es otro que el de poder contar, de manera permanente, con un espacio exclusivo y convenientemente equipado en el cual poder dar rienda suelta a las más bajas pasiones.

Comentarios

Entradas populares