Rincón dominguero.
Sí. Ya iba siendo hora y lo
cierto es que (aunque aún resten algunas semanas para poder aplicar
literalmente este dicho popular) yo lo estaba esperando como agua de mayo. Una soleada
y apacible tarde de domingo. Un agradable paseo por parajes no demasiado
frecuentados tras la pista de alguna pintoresca ubicación. Un sencillo, que no
insípido, refrigerio con el que restituir el vigor a nuestros miembros. Y, como
colofón, lo más importante: poder contar con la mejor de las compañías.
Todo esto, que puede parecer
fácil, no siempre resulta posible de compaginar en la delgada línea del
continuo espacio-tiempo a la cual nos vemos restringidos. Bajo cierto punto de
vista, este hecho eleva el nivel de excelencia de un rincón de estas características
a unos grados difícilmente ponderables; más aún si tenemos en cuenta lo fugaz e
irrepetible de su vigencia.
Que disfrutéis todos de una feliz
y “exclusiva”, jornada de domingo.
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