De sorpresa en sorpresa.



No era, ni mucho menos, la primera vez que acudía a una cita a ciegas. Es más. Podría decirse que sentía cierto grado de adicción hacia ese sentimiento; mezcla de ilusión e incertidumbre; que se suele generar cuando alguien se presta a encuentros de este tipo.

Desde la noche anterior había estado sintiendo, fruto de la expectación que la embargaba, esa especie de hormigueo constante instalado en la parte baja de su vientre y..., ahora, cuando el momento de la verdad se aproximaba, aquella arrebatadora sensación no hizo otra cosa que acrecentarse.

No obstante, podía presumir de contar con bastantes "tablas" en ese sentido, por lo que acudió al lugar convenido en la víspera sin atisbo alguno de vacilación o falta de confianza.

Fue justo entonces cuando asistió a la primera de las sorpresas que le tenía reservada aquella jornada.


Una muchacha bien parecida se aproximó a ella con decisión y la invitó a acompañarla.

- Me han encomendado conducirla, si no tiene inconveniente, al domicilio de su anfitrión. - indicó muy cortésmente antes de añadir- Se ha visto obligado a ocuparse de un asunto de suma importancia y no quería causarle una mala impresión dejándola plantada sin ningún tipo de explicación.

Aquello la descolocó un tanto, aunque el gesto de atención la hizo sentirse halagada, por lo que no puso demasiados reparos a la hora de dar su beneplácito a aquel, en principio, ligero cambio de planes.

Tanto el trayecto, como el vehículo escogido para llevarlo a tal efecto, vinieron a incrementar su, ya de por sí, sobrestimulado interés. Hasta donde sabía, por lo poco que había hablado con su enigmático "partener", parecía tratarse de un chico bastante llano y desprendido, pero subida a aquel coche tan exclusivo, y discurriendo por las calles de una de las zonas más elegantes de la ciudad, empezó replantearse si su indumentaria no iba resultar excesivamente informal para la ocasión.


Finalmente, se detuvieron ante un elegante edificio de evocadora arquitectura, y su guía la condujo al interior. Allí, tras tomar el ascensor de estilo vintage que las condujo a una de las plantas superiores, recalaron a un amplio y luminoso apartamento que sugería que quién lo ocupara debía de sentir cierta querencia por todo lo clásico.

- Su anfitrión no puede tardar mucho ya, pero..., tal vez, desee usted tomarse algo entre tanto. - ¿Puedo ofrecerle una copa mientras espera? - sugirió su  introductora.

Principiaba a sentirse un tanto nerviosa ante tanto imprevisto, por lo que aceptó  de buen grado el ofrecimiento con tal de serenarse un poco.

- Ahora, - apuntó la joven que había estado haciendo las veces de asistente - si no necesita ninguna otra cosa, voy a dejarla a solas. Sientase con total libertad de hacer uso de cualquier elemento de esta casa.

Hizo una prudente pausa para ver si tenía que atender a algún otro requerimiento y, al no darse el caso, se despidió con un considerado "Le deseo mucha suerte con su cita".


Mientras iba dando ligeros sorbos a su bebida, a nuestra protagonista; tal vez un tanto influenciada por los efectos etílicos del vino que estaba tomando; le sobrevino una idea ciertamente arriesgada.

En parte para compensar el hecho de sentirse algo deslumbrada por toda aquella puesta en escena; y devolverle así el guante a su misterioso aposentador; y en parte para mostrar; a su juicio; una estética más acorde con el estilo del inmueble, decidió quedarse en ropa interior y aguardar a ver qué impresión le causaba al propietario de aquel suntuso habitáculo tan traviesa ocurrencia.


Ensimismada como estaba en sus particulares cavilaciones, apenas se percató de la llegada de su postergado adlátere que, con sutil y felino sigilo, daba la impresión de llevar un tiempo observándola.

- Un placer conocerte al fin, - dijo claramente complacido - más si cabe en tanto que no esperaba un recibimiento tan... "caluroso".

Ella, hasta cierto punto sobresaltada por aquella sorpresiva aparición, supo mantener la compostura y hasta simular cierta apariencia de estar controlando toda aquella situación.

- Tú "emisaria" me invitó a ponerme cómoda y... como tú te has hecho tanto de rogar...

- Lo sé... y lo siento. No esperaba tener que ausentarme de esta manera tan poco oportuna. Pero, aunque sé que no tienes porqué hacerlo, te ruego que aceptes mis disculpas.

Ella fingió sentirse moderadamente ofendida, pero lo cierto es que..., en el preciso instante en que le vio por primera vez, ya había dado por buena toda la espera anterior.


Comentarios

  1. Estoy feliz mi Señor de ver que esa privilegiada mente sigue inventando, sigue construyendo ilusiones que todos podemos disfrutar.

    Sabes que me encanta, y en este caso, como en muchos otros, le he puesto tu voz a estas letras y me he deleitado soñando con la continuación...esa que me gusta esperar...para que sea aún más especial.

    Gracias mi Señor, me haces muy feliz.

    Besines dulces
    A Tus pies

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  2. Como dice el dicho: "la espera mereció la pena" Buena narrativa. Te felicito. Espero la continuación.

    Mil besitos para tu finde.

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  3. No hay paso malo salvo el no dado. Puede merecer la pena, ¡¡y tanto!! Esperaremos a ver qué acontece...
    Mi sonrisa y feliz fin de semana.

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