L'heure bleue.

 


Sobre los qarpadios, así en general, pueden llegar a decirse muchas cosas. Que si tienden a ser muy exigentes, que sí se muestran excesivamente formales en algunos aspectos, que sí se enervan con suma facilidad ante cualquier tipo de ociosidad que se les antoje gratuita, que sí son tajantes, puntillosos..., ¡¡insufribles!! En parte, todo eso es verdad, pero... sólo en parte.

Cuando la ocasión lo merece (y no me estoy refiriendo aquí  a grandes y artificiosos eventos ni a momentos particularmente excepcionales) son bastante proclives a dotar su mirada con un sesgo más contemplativo y, en apariencia, hasta indolente. Momentos cotidianos, configurados con una belleza efímera e irrepetible, hacen que se detengan y se empapen con la armonía de un instante del que son, al mismo tiempo, protagonistas y meros espectadores.

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