Arranques de pasión.
Sin que mediemos palabra,
plegando todo el espacio
en rededor nuestro,
asumimos el destino
que en ese instante escogimos.
Nuestra suerte ya esta echada
fruto de esa elección repentina,
razonada en un segundo,
puesta en práctica al momento.
Podríamos detenernos,
dejar que pase ese impulso,
pero nada se opone a las ganas
de incendiarse mutuamente.
Todo parece orientado
a cruzar esa frontera
que separa nuestros cuerpos,
sin que importe lo vivido
o si resulta apropiado.
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