Bandidos y Mulatas.

 



En nuestra ciudad ya comienza a notarse el "calorcito", así que he pensado que sería buena idea llevaros a dar un pequeño paseo por el Gronm. Cualquier época del año es buen momento para dejarse caer por este pequeño archipiélago urbano, pero es en estos meses, los mismos en los que es posible disfrutar de más horas de luz, cuando sus atractivos destacan con más intensidad si cabe.

Me consta que algunos de vosotros ya habéis tenido la oportunidad de dedicar algo de tiempo a recorrer los coloridos y luminosos escenarios que configuran el insular espacio que me he propuesto describiros en esta ocasión, pero como bastantes otros no cuentan con ninguna clase de precedente en ese sentido, haremos como si esta fuera la primera vez que le echamos una ojeada.

Durante estos días comienza a notarse bastante movimiento en las pequeñas playas que se diseminan por entre los diferentes islotes que dan forma a este distrito. La actividad y el ambiente festivo que destila este singular vecindario se deja sentir desde horas relativamente tempranas; imbuido todo ello, sin duda, por un incuestionable espíritu preestival. Así mismo, si en algún momento sentimos la necesidad de calmar nuestro apetito, siempre podremos elegir cómo y dónde avituallarnos entre la amplia y variada oferta de comida callejera que se tiende a desplegar a lo largo de los paseos que delimitan los atestados arenales.

Pero es al caer la tarde cuando todo el acentuado dinamismo que desprende este lugar..., lejos de atenuarse, se intensifica. Su envidiable orientación hace que muchos se acerquen a disfrutar de la puesta de sol (además de la refrescante brisa del oeste que suele aparecer sobre esas horas) a la espera de que la noche cubra con su manto estas calles. Es en ese instante cuando nuestra perspectiva cambia por completo, y lo hace de un modo tan abrupto y pronunciado que parece como si nos hubieran transportado de repente a un lugar completamente distinto.

Los edificios que nos rodean se iluminan inundándolo todo de tonos estridentes y pulsos deslumbrantes. Pero..., no sólo eso. Si nos paramos un momento a observar a las personas que deambulan a nuestro alrededor, veremos que también ellas han experimentado una trasformación más que notable. Como si se hubieran visto afectadas por esa brusca metamorfosis ambiental, la naturaleza y el estilo de sus apariencias dan la impresión de querer mimetizarse con ese colorido universo que se yergue insolente ante las sombras.

Desenfadado, y un tanto ingenuo, vemos dispersarse al gentío por entre los innumerables refugios que salpican con sus luces estas animadas costas, en tanto se suceden los reclamos sonoros que buscan atraer a los integrantes de esas extrañas tribus en cuyo seno salen a relucir identidades subyacentes. Testigos privilegiados de un discurrir disipado, efímero y un tanto gamberro. Garantes temporales de un modo de entender los intrincados enlaces que se establecen de improviso, y sin demasiadas condiciones, en lo profundo de un ciclo nocturno que, poco a poco, se desvanece.

Invariablemente, con las primeras las luces, todo llega a su fin; pero sólo para que pueda volver a empezar desde cero; quedando los ecos de tan heterogénea aventura adheridos al subconsciente como testamento intangible de todo lo acontecido. 

Para muestra... aquí os dejo un botón.




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