Oídos sordos.

 


Pocos atienden ya

a las verdades incómodas.

Es mucho mejor plegarse

a las lisonjas chispeantes

que vienen en papel de regalo 

y atadas con un lacito.


No se estilan los valores,

antaño recios y empíricos,

y, en su defecto, se impone

una moral "a la mode"

gaseosa e infumable.


Cuando cojea; que es siempre;

¿la solución? bien sencilla:

Se inventan conspiraciones;

socorridas manos negras

que enmascaren la flojera

de tan pobres argumentos.


Lo que sea para no oír.

Lo que haga falta para no ver.

Todo cuanto sea necesario

con tal de no asumir

la verdad incontestable

ahí plantada ante nosotros.


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