Unos gélidos indicios.

 


Desde hace bastante tiempo, lo que vengo haciendo aquí casi todos los viernes es dejar constancia de las numerosas diferencias que se perciben entre los modos de conducirse más habituales y los que suelen desarrollarse en nuestra ciudad.

Pero hoy, de manera un tanto excepcional, lo que busco es resaltar ciertas similitudes, o..., mejor dicho, una en concreto. Y es que..., en estas frías jornadas invernales, no pasan desapercibidos los inevitables efectos de esta cruda estación ejerciendo su notable influencia sobre determinados atributos, magnificándolos o achicándolos dependiendo de a cuales nos estemos refiriendo.

En eso no existen diferencias con independencia del lugar que ocupemos en el mundo y es que, en el fondo; aunque sea muy en el fondo; nuestras reacciones más básicas vienen a constatar que todos somos iguales.

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