Disparidades necesarias.




La historia nos ha venido enseñando que a las formas de gobierno de corte autoritario no les hace mucha gracia otorgar a sus “súbditos” un amplio margen de maniobra enfocado a explorar las diversas formas de desahogo de índole carnal existentes. Ya se sabe, el sexo (entre otras cosas) distrae, ofrece alivio a los pesares cotidianos y contribuye a mejorar la autoestima mientras nos proporciona pequeñas y necesarias dosis de optimismo. Nada más alejado de los deseos de determinadas élites gobernantes que se ven obligadas a estar reafirmando constantemente la utilidad incuestionable de sus cargos y lo imprescindibles que resultan sus propias personas.




Esto; que…, como ya he dicho, no nos causa demasiada extrañeza dentro de un contexto totalitario; comienza a filtrarse a otras sociedades (supuestamente, más liberales y avanzadas) de la mano de un “neopuritanismo”  cada vez más militante e intransigente. Usando hábilmente el manido precepto de “divide y vencerás”, poco a poco, consiguen ir sumando adeptos a su causa (disfrazada de buenismo y solidaridad) que lo único que pretende es restringir las libertades del conjunto de toda la masa social gracias a su propia y pasiva aquiescencia. Esta forma de conducirse es la que emplean siempre todos los fundamentalismos con objeto de iniciar el soterrado adoctrinamiento de sus fieles potenciales mientras tejen una tupida red de equívocos y medias verdades de las que servirse para remodelar y retorcer el pasado en su propio beneficio.




Si bien nunca he sido demasiado partidario de secundar las tesis de quienes defienden las bondades de practicar un individualismo a ultranza, también soy consciente de que; para que cualquier sociedad pueda funcionar con un mínimo de garantías; ha de existir un adecuado equilibrio entre el interés general y el meramente personal. Así es como, desde el espacio reservado únicamente al criterio individual, pueden ponerse en valor cualidades como la diversidad, la inventiva, la inspiración o el desarrollo colectivo; virtudes, todas ellas, sin las cuales se hace bastante difícil culminar con éxito cualquier tipo de evolución. El orden qarpadio, por muy extraño que parezca, ha sabido demostrar, de un modo contundente, la validez de esta premisa, convirtiendo sus diferencias en cuanto a ordenamiento público en una de sus principales fortalezas orientadas a poder sortear esos procesos involutivos (cuando no claramente retrógrados) que…, de tanto en tanto, sacuden el mundo.





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