Rincón en tu memoria.
En la quietud del
crepúsculo, te dejaste ir en un último y fulgurante destello, breve e intenso,
antes de traspasar la línea del horizonte camino de una nueva existencia.
Tu luz, ya extinta,
permanece aún fija en mis retinas como testigo imperecedero del calor que nos
brindaste sin exigir nada a cambio.
Llega la hora de tu
partida con el fin de unirte al resto de estrellas de un firmamento lejano
donde, aunque invisible a nuestros ojos, tu esencia permanecerá viva por
siempre recordándonos que es, en verdad, lo que importa.
Comparto Tu dolor, mi Señor, y también ese agradecimiento por haber compartido, aunque en menor medida, mi tiempo con una persona capaz de entregarse y vivir con la integridad de quién sabe aprovechar lo que la vida le concede.
ResponderEliminarTe abrazo en esa despedida y puedo saber que no se ha ido sin antes dejar su huella.
Muchos besines dulces y un fuerte abrazo.
Nunca se van del todo mientras vivan en nuestro corazón y en nuestro recuerdo, acabas de inmortalizar una estrella.
ResponderEliminarUn abrazo de ánimo.