Falsos profetas.

 


En los años que llevo (y ya son unos cuantos) ahondando en las particularidades del estilo de vida qarpadio, he aprendido muchas cosas. Me he desprendido de infinidad de prejuicios, he constatado la validez de alternativas de comportamiento que..., hasta hace un tiempo, ni me planteaba y he descubierto nuevas formas de enfocar la vida en general.

Pero..., uno de los efectos más curiosos e inesperados de este recorrido personal ha sido el hecho de adquirir una capacidad de análisis (bastante más crítica que la mostrada anteriormente) en relación a muchas de las cosas que acontecen con frecuencia más allá de las fronteras de la "nación invisible".

Contando, como cuento ahora, con unos elementos de juicio más heterogéneos, tiendo a discurrir por un plano comparativo que me hace sorprenderme de cosas que..., si bien antes no compartía, ahora me causan una mezcla de repulsa y hastío.

Si me pusiera a enumerarlas todas darían para escribir un abultado y, probablemente, tedioso libro, pero..., por citar sólo un ejemplo, me gustaría poner sobre la palestra un comportamiento bastante extendido entre quienes preconizan una "filosofía de interrelación personal" que pretende asimilarse a la que impera por estos lares (aunque, todo sea dicho, sin llegar a conseguirlo ni por asomo).

¿Cuántas veces no os habréis topado pululando por las redes con individuos dotados de una "clarividencia incuestionable" que afirman conocer todos y cada uno de los entresijos del complejo arte mediante el que se hilan docilidad y conducción? ¿Personajes de todo pelo que, a través de sus afirmaciones y en un periodo de tiempo relativamente corto, se hacen con un nutrido y nada desdeñable número de acólitos? ¿Verdad que os suena esto de lo que os estoy hablando?

Pero también es verdad que, en la mayoría de estos casos, las bases sobre las cuales se asienta el ascenso fulgurante que les llevan a convertirse en referentes, no son más que estereotipadas coletillas, dicho sea de paso, bastante manoseadas. Una vez pierden su impulso inicial (confiados, tal vez, en la inmutable perdurabilidad de su buena estrella), al tener que refrendar mediante los hechos la veracidad de sus afirmaciones, se desinflan con la misma facilidad con la que han ascendido, emulando así al soberbio Ícaro en su insensata carrera hacia el sol.

Pasan a ser recordados como flor de un día tras haber sido sentenciados por el inmisericorde juicio del tiempo pues..., como siempre viene a recordarnos la famosa fábula de la liebre y la tortuga, por muchas que sean nuestras virtudes, por muy elevado que sea nuestro talento, de poco sirven si no van acompañados por algo de esfuerzo y altas dosis de coherencia y constancia.

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