Presencia y encuadre.
No es el detalle aleatorio,
ni una mirada furtiva,
lo que revela el sentido
que atesora una presencia.
Se ha de hilar mucho más fino,
escudriñar con paciencia
los entresijos ocultos
que pocas veces se muestran.
Es la ciencia inveterada,
aunque ya muchos la ignoren,
de sumergirse en el alma
de la entidad observada.
Examinar en detalle,
más que la forma, el aliento
que insufla la criatura
que aparece en el encuadre.
Es adoptar el enfoque
que en verdad le haga justicia,
sin condición o prejuicio
que nuble lo que hay delante.
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