Gargolarium.

 


En las cimas cinceladas
sobre piedra centenaria
se asoman, agazapadas,
figuras de recio porte.

Desde su gótico otero,
observan atentamente
el ir y venir del gentío
que pulula descuidado.

Fingen ser algo inerte,
eludiendo las miradas,
mientras esperan, pacientes,
dispuestas para el pillaje.

Y... en un súbito picado,
con un aplomo sublime,
se ciernen sobre sus presas
sin que nadie se percate.

Comentarios

  1. Genial poema en el que las gárgolas son de carne y hueso aunque parezcan cinceladas en piedra. Habrá que andarse con ojo al caminar bajo las catedrales...
    Otro besazo

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