Rincón vespertino.
Cae la noche, lánguida, sobre nosotros,
segura de la profundidad y contundencia su negrura, dejando que el sol se vaya
retirando con una extraña mezcla entre pereza y premura, desplomando la humedad
sobre el terreno y elevando las brumas que exhala la tierra.
Entre tanto, mientras somos
testigos del milagro cotidiano de esta nueva transición, afinamos nuestras
retinas para quedarnos con una pequeña porción de esa magia momentánea que nos
es procurada. Contagiados por la naturaleza remolona de la estampa, nos resistimos
por un momento a abandonar nuestra ventajosa tribuna, hasta que; cuando el
ocaso ya no puede ser más evidente; comprendemos lo inútil de nuestra
demora y migramos hacia entornos más modestos, sin ese nota de inmensidad, aunque,
igualmente, gratificantes.
Que disfrutéis todos de una muy
feliz, y “vistosa”, jornada de
domingo.
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