Dotando de sentido.
Todos los viajes
cobran su propio sentido,
ya sea si se proyectan,
se emprenden o rememoran.
Sean vibrantes o estáticos,
físicos, inmateriales,
inabarcables o breves,
multiformes o concisos,
siempre deparan sorpresas.
Su impronta se expande,
por el tiempo y la memoria,
como una mancha de aceite
sobre el estanque de la experiencia.
De ahí la importancia
de dar a esos itinerarios
la coherencia pertinente
y un adecuado sentido.
Quedarán marcados siempre,
en la remembranza absoluta,
como triunfos o fracasos
y ya que serán comparsas,
en futuras coyunturas,
de frecuentes reflexiones
cuando las luces se apagen,
démosles un carácter
de ocasión aprovechada,
sin cortapisas ni trabas
al ideal pretendido.
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