Virtual insanity.




Negar la evidencia no suele servir de mucho y, la verdad, la transformación que han experimentado las relaciones entre individuos en la última década es algo incuestionable. Trata de ponerlo en entredicho sería un ejercicio del todo intrascendente, carente de sentido o justificación.

La eclosión de todo un elenco de herramientas multimedia que, a día de hoy, tenemos a nuestra disposición es, sin duda, una gran oportunidad de desarrollo en muchos sentidos. Ahora bien. Como a toda herramienta se le puede dar un buen o un mal uso y es ahí donde radica el quid de la cuestión.

Cuando podríamos estar empleando todo el compendio de conocimientos y experiencias que tenemos a nuestro alcance con un simple "clic" para elevar nuestro listón cultural y nuestras dotes comunicativas, parece como si la tendencia mayoritaria estuviera más orientada hacia el discurso "facilón", escasamente contrastado y..., por si fuera poco, muchas veces, descaradamente fraudulento.

Al albor de este "moderno entramado mediático" ha florecido una nueva especie de fauna que, constantemente, se retroalimenta de sus propias indignidades, atrapada en un círculo vicioso de injurias cruzadas en el todo vale para alcanzar la tan ansiada cuota de popularidad mínima. Todo esto no es nuevo, siempre han existido quienes han estado dispuestos a vender su alma al mismísimo diablo con tal de lograr sus quince minutos de gloria, pero..., por desgracia, parece como si el número de los que han terminado claudicando a esta dinámica haya ido aumentando de manera exponencial.

Por contra, en Qarpadia nunca han sido de hacerle ascos a las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías (aunque eso no significa que haya que volcarlo todo en ellas ignorando todo lo demás). En concreto, su opinión sobre las redes sociales podría sorprendernos en muchos de sus matices. No es que se opongan a ellas o, directamente, las repudien, pero en el seno de la nación invisible se tiene muy claro que son un medio pero nunca podrán constituirse en un fin (como sí sucede en otros muchos lugares). Carecen de esa necesidad de "trascendencia digital" (que..., dicho sea de paso, puede llegar a resultar muy contraproducente), no por una cuestión de ética colectiva sino por una concepción mucho más interiorizada que la nuestra sobre lo que se supone que es ser libre.

No comprenden nuestra artificiosa necesidad por incorporarnos a una virtual maratón de vanidades donde, a fin de cuentas, al final, nadie consigue lo que realmente pretendía en un principio. Ellos prefieren centrar sus esfuerzos en cosas más tangibles, donde el toque personal se muestre tal y como es, sin filtros ni disfraces. Así (o, al menos, esa es su opinión), aunque la vida nunca estará libre de decepciones, al menos podrán obtener de primera mano los elementos de jucio necesarios para no caer tan fácilmente en la trampa de las segundas intenciones.

No lo olvidemos. No somos perfiles, somos personas. Conviene tenerlo en cuenta en función a como queramos que se nos trate.

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