Algo más que fachada.

 


En un mundo repleto de imposturas, medias verdades y falsas interpretaciones, muchas veces se echa en falta un poco (bastante) de profundidad en el trato y el discurso.

Es en esos momentos; cuando me asaltan tan deprimentes cavilaciones; cuando más afortunado me siento por haber recalado a estas tierras de promisión desde las que os escribo. Y es que, aquí, no es que se prescinda de aplicar un poco de "purpurina" a muchos de los actos que podrían enmarcarse dentro de un plano de normal desenvolvimiento. Pero, tanto si se instrumentalizan como si se perciben, siempre se hace desde el convencimiento de que son un mero artificio; un adorno momentáneo que, si bien puede resultar estimulante y hasta productivo, nunca podrá considerarse como sustitutivo de un trasfondo mucho más trascendente y firmemente asentado sobre sólidos valores.

Lo que en realidad importa no es el envoltorio sino lo que guarda y, por mucho que digan que una imagen vale más que mil palabras, lo que finalmente lo deja todo al descubierto, sin ningún género de dudas, son los actos.

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