Reflectancia.
Prendido a los hilos del tiempo
queda suspendido ese temperamento
que gravitaba sobre alevosos raciocinios
y algunos temores fundados.
Ante un tropel de súbitos augurios,
victoriosa se manifiesta
una inquieta sobriedad
frente a cuyo aplomo sucumbe
la artera y opaca hostilidad
que, en la bruma de la duda,
dormitaba distraida
con la solemne determinación
fruto de su ímpetu callado.
Amaga un finta el destino
para mostrar el reflejo
de una presencia no del todo ignorada;
y entonces, con insolente descaro,
ese semblante se eleva
a seculares altares
que se creía olvidados
y a los que, ahora sí,
la evidencia dió por ciertos.




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