Avidez.
Por un inexplicable designio,
a través de la imposible quietud
sobrepasada por los ecos
de un suspiro apenas esbozado,
se deslizan apreturas
que te exiges desde dentro.
Secretamente manifiesta,
emerge la voluntad callada,
incisiva y aplastante;
súbito y trascendental testimonio
de una verdad liberada.
La íntimidad de una danza,
tan salvaje como honesta,
hace temblar los cimientos
de integridades ahogadas
por una voz que se eleva
por encima del murmullo
que nunca más habrá de distraer.
Como una visión favorable
se asienta el convencimiento
de que todo está en su sitio,
de que todo convergía
en pos de una nueva existencia
que exige ser vivida... sin mesura.
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