De sorpresa en sorpresa. (IV)




Viene de...

- Pues..., si a ti te apetece, no tengo ningún inconveniente en que poses para mí ahora mismo. - espetó aquel joven con desenfadada determinación.

- ¿Lo dices en serio? - quiso saber ella entre incrédula y esperanzada.

Por supuesto. - confirmó él. - Tengo montado un pequeño estudio en una de las habitaciones, así que... mejor oportunidad que esta...

Aquella situación  era un tanto atípica pero, al mismo tiempo, tenía un punto seductor y estimulante al que resultaba bastante difícil resistirse. Tal y como él había apuntado, era una inmejorable oportunidad para que ella conociera de primera mano las sensaciones que pudieran desprenderse de una experiencia de ese tipo. Aunque.., lo que aquel comedido retratista ignoraba todavía es que, una de las cosas que mayor excitación generaba en nuestra protagonista era, precisamente, el hecho de verse enfrentada a casi cualquier tipo de nuevo desafío.

- No se hable más. -  manifestó resuelta - ¿Qué tienes en mente?

- Me gustaría descifrar y captar tu esencia, pero no sé si voy a ser capaz. No te conozco lo suficiente como para asegurar que vaya a conseguirlo.

- Tienes miedo de intentarlo.

- ¡Qué va! Lo que temo es hacerlo mal. Así que..., si me ayudaras un poquito tendría más posibilidades de plasmar tu realidad con la debida precisión.

- Si está en mi mano..., por supuesto. Dime, ¿cómo podría ayudarte?

- Sígueme y te explico.

La guió por el apartamento hasta un amplio vestidor perfectamente ordenado y repleto de ropa y complementos femeninos. Ella se quedó bastante sorprendida al ver lo bien surtido que estaba. Tenía prácticamente de todo: faldas, pantalones, camisas, cinturones, fulares, una amplia selección de zapatos y hasta, incluso, varios vestidos de noche. Aquello era casi como entrar en la sección de mujer de unos grandes almacenes.

- No todo va a ser de tu talla, - aclaró él antes de que ella se lo preguntara - pero, con eso y con todo, tienes bastante entre lo que elegir. Puedes ponerte lo que quieras, sólo te pido una cosa. Escojas lo que escojas, que sea algo con lo que te sientas cómoda y que, en cierta forma, te defina.

Hizo un punto y aparte mientras la observaba contemplar extasiada toda aquella ingente amalgama de  prendas y, como la notaba un tanto indecisa, seguidamente, añadió:

- No tengas prisa, puedes tomarte todo el tiempo que quieras. Yo he sido el primero en hacerte esperar, así que no vendría de ahí. Además, así aprovecharé para ir preparándolo todo. 

Ella asintió con una reveladora sonrisa antes de que él la dejara a solas en aquel cuarto.

Los ojos se le iban en todas direcciones mientras se pregunta cómo un hombre podía tener en su casa un guardaropa equipado de aquel modo cuando, supuestamente, no compartía techo con ninguna fémina. De todos modos, no se pudo resistir a probar con sus dedos el tacto de algunos de aquellos tejidos, a imaginar las sensaciones que le proporcionaría a su piel el hecho de llevarlos puestos, a fantasear sobre los efectos que podría provocar en su anfitrión verla lucir alguna de aquellas indumentarias. Pero entonces recordó la petición que se le había hecho minutos antes: "que te haga sentir cómoda y..., que te defina". Y..., no sólo eso. Entre todas aquellas cosas, hubo algo que llamó poderosamente su atención.





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