Saltos de fe.
La fortuna,
caprichosa,
a veces nos da la
espalda
y, con gesto
desdeñoso,
simula no conocernos.
Cuando nos vienen mal
dadas
vislumbramos el vacio
que se abre ante
nosotros
y buscamos un apoyo
al que agarrarnos con
fuerza.
Inmersos en ese
estado,
en ocasiones, caemos
en un pozo más
profundo
de falaces garantías.
Abrazamos ciegamente
personas, cosas o
credos
que aparentan
defendernos
de todo el mal que
hay afuera.
Frecuentemente olvidamos
las virtudes que atesora
la voluntad que nos
mueve
y nos habla desde
dentro.
Antes de dar el
testigo
y recurrir a
terceros,
dediquemos un momento
a ponderar la valía
de los argumentos
propios.
No es despreciar el
auxilio,
más bien obrar con
coherencia:
cuando no hay fe en uno
mismo…
¿se puede exigir
confianza?
Interesante post. Lo que ocurre es que la fe va estrechamente unida al alma porque es un carisma que nos da la seguridad de creer sin pruebas.
ResponderEliminarY a menudo las personas usan el término fe, cuando quieren decir confianza o incluso esperanza. De ahí las conflictos y las encrucijadas internas cuando somos víctimas de la decepción, ajena o incluso propia.
Estoy de acuerdo con usted cuando expresa que si el individuo no puede confiar en si mismo... A penas podrá hacerlo en los demás.
Saludos para usted y su esclava de parte de mi Amo Mayo y mios propios.
galerna de Mayo.
Deberíamos reflexionar sobre eso en vez de alcanzar cualquier clavo encendido.
ResponderEliminarResiliencia.
Mil besitos.