Renacer.

 


Supongo que, a estas alturas, ya no os cogerá por sorpresa que hoy dedique algo de tiempo a ofreceros una pequeña pincelada de cómo tienden a enfocar sus días los moradores de esta ciudad. En esta ocasión me gustaría centrarme en una cuestión (otra de tantas) que supone una clara diferencia en cuanto a planteamientos que se consideran perfectamente válidos en casi cualquier otro lugar.

A nuestros exóticos hospedadores les chirría, y mucho, la cada vez extendida y aceptada costumbre de "tirar la toalla" a la que..., ante la menor dificultad, muchos parecen sentirse inclinados. Da la impresión de que..., cuando no es posible obtener un triunfo rotundo e inmediato, no mereciera la pena invertir ni un segundo en explorar cualquier vía o solución alternativa.

Ya os he comentado, en más de una ocasión, lo profundamente arraigado que se manifiesta por estos contornos el valor del esfuerzo, aunque lo que estoy tratando de explicaros va mucho más allá. Si en otros ámbitos lo que se lleva aplicando desde hacen bastantes años es el culto a una clase de éxito a ultranza; fundamentado, casi siempre, en la ostentación y la superficialidad; aquí parece que se sintiera cierta debilidad por el fracaso.

No. No es lo que estáis pensando. No es que los fracasados (tal y como nosotros los entendemos) estén bien considerados, ni tampoco significa que se tolere demasiado a las personas propensas a caer en el derrotismo y la autocompasión. Pero..., ¿qué le vamos hacer?, muchas veces se fracasa y..., en determinadas circunstancias, hasta incluso se hace necesario que así sea. Es entonces cuando hay que enfadarse, enfurecerse con uno mismo por no haber sabido conducirse del modo adecuado, analizar los errores cometidos, levantarse y seguir adelante. Podrá intentarse de nuevo o no, si bien eso debería depender de si resulta oportuno hacerlo y no de si tenemos más o menos ganas. Pero lo más importante de todo es salir de ese fracaso con la lección bien aprendida.

Hasta cuando algo nos parece irrecuperable, incluso cuando creemos estar ante un obstáculo insalvable, un pequeño cambio en nuestro modo de percibir y encarar dicha problemática puede revelarnos la posibilidad de crear algo nuevo y..., por entre los resquicios de nuestro maltrecho y destartalado amor propio, ver cómo germinan los incipientes brotes de un inédito e ilusionante porvenir.

Comentarios

  1. Aprender a fracasar es tan importante... e incluso más importante, que ganar. Superando el fracaso es cuando se crece. Además, tener en cuenta los límites no es algo malo.
    Me gusta esta forma de pensar de La Ciudad tras el Sol.
    Un besazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estamos de acuerdo, Dafne. ¿Para qué está sino el método epírico?

      Recibe un afectuso saludo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares