De sorpresa en sorpresa. (VI)

 



Viene de...

A ella le resultó del todo imposible disimular su azoramiento. La excitación que había estado sintiendo durante los instantes precedentes terminó por dispararse del todo. Por si esto fuera poco, era incapaz de sostener ni por un segundo la mirada de su interlocutor que..., dicho sea de paso, parecía estar disfrutando de lo lindo.

- ¿Hay algo que me quieras decir? - espetó él de improviso con un tono entre burlón y perverso.

- Uhmmm... - fue toda la respuesta que recibió en un primer momento.

- No quiero que te sientas violenta, - quiso apuntar a modo de bálsamo - pero lo dos somos adultos y sabemos perfectamente lo que está pasando. Podemos dejarlo estar o dejarnos llevar. Pero..., ante todo, quiero que sepas que lo dejo en tus manos y que, optes por lo que optes, no sólo lo respetaré sino que no pienso juzgarte ningún sentido. ¿Más tranquila ahora?

- Más bien lo contrario. - alcanzó a manifestar. - No quiero que me tomes por algo que no soy.

- Y... ¿qué eres?

No hubo contestación a esta pregunta, al menos no llego a verbalizarse, pero resultaba más que evidente que la situación se estaba volviendo más tensa a cada momento.

- Está bien. - dijo él antes de que el silencio entre ambos resultara inadmisible. - Yo tampoco quiero que me tomes por lo que no soy así que vamos a hacer una cosa. Te voy a decir lo que creo que está pasando por tu cabeza y, después, tú decides lo que quieres hacer. ¿De acuerdo?

Ella asintió con la cabeza, sin levantar la mirada y sin demasiado convencimiento.

- No me andaré por las ramas para que así puedas formarte también una opinión más exacta acerca de mi, así que allá voy.

Hizo una pausa como para añadir un mayor dramatismo a sus palabras y, después, se lanzó.

- Tengo la impresión de que eres de esas mujeres fuertes, decididas y seguras de sí mismas. Que no te amilanas con facilidad ante los retos que la vida te va lanzando. Que eres muy independiente y que no necesitas de nadie para salir adelante en tu día a día. No obstante, si nos centramos de tu faceta más íntima, ahí la cosa ya cambia un poco; y no porque no tengas claras cuales son tus preferencias sino porque no acabas de dar con la persona que sepa interpretarlas como es debido. Ya lo sospechaba en el momento en que comenzamos a hablar, pero cuando me has dicho que no querías que te tomara por alguien que no eres ya no he albergado ninguna duda. Me has estado lanzando señales desde el instante en que te vi por primera vez, y supongo que te hubiera gustado que las cosas se hubieran desarrollado con algo más de lentitud pero...; y esto es algo que se me escapa; por alguna razón, de forma un tanto velada, has querido poner a prueba mi conocimiento en relación a unas determinadas "materias". Ahora veo que te lo estás replanteando, pero no sabes muy bien salir de este pequeño enredo, así que; aunque ya me hago una idea; te lo voy a poner fácil. ¿Cuál es el rol con el que te identificas dentro del ámbito bdsm?

Ella alzó la cabeza como si hubiera estado accionada por algún tipo de resorte, pero lo cierto es que en sus ojos no se reflejaba desazón sino, más bien, un cierto alivio.

- No..., no te conozco..., no te conozco lo suficiente para... - 

- Tranquila. No tienes que justificarte. Es más, entendería quisieras irte. Tal vez nos hayamos visto un tanto sobrepasados por la intensidad de las emociones.

Ella no quería irse. No quería dejar escapar la oportunidad de mostrarse tal cual era.  Lo que quería era rendirse a esas a emociones que él había introducido en el discurso y empaparse de esa intensidad que; con anterioridad; ya había experimentado. Puede que después se arrepintiera; también había tenido que hacer frente a eso en ocasiones precedentes; pero ahora quería dejar salir a esa parte salvaje que moraba en su interior, aliviar el exceso de pasión que acumulaba su cuerpo y alcanzar el sublime éxtasis que se obtiene tras rendirse al placer de forma incondicional. Tal vez por eso, en un acto de súbito arrebatamiento, se despojó de las escasos ropajes que cubrían su piel, ofreciendo a su acompañante su desnudez; y su..., ahora sí, desatado delirio carnal.

- ¿Estás convencida de querer dar este paso? - sondeó aquel ansiado adonis.

Ella asintió rotunda aunque si articular palabra alguna, por lo que él, no del todo convencido, quiso dejar las cosas aún más claras.

- No va a pasar nada que tú no quieras que pase, pero he de advertirte que... mi intención es disfrutar del obsequio de tu cuerpo con total impunidad y desenfreno. Gozarte sin contemplaciones y hacerte sufrir con el deleite de tus carnes hasta dejarte rendida y exhausta, incapaz de asimilar más los espasmos de tu impúdico deseo.

Ella continuaba en silencio, pero sus manos acudieron a cubrir su sexo en un gesto de encendido pudor pues..., la humedad que fluía entre sus piernas; tras haber sido la destinataria de aquellas explícitas palabras; se había transformado en un verdadero torrente.

- Un último detalle antes de "sellar nuestro acuerdo". - apuntó él mientras abría el cajón de una cómoda oportunamente ubicada del que extrajo un collar de cuero negro. - Si accedes complacerme del modo que te he descrito...  han de ser tus propias manos las que confirmen tu voluntad de hacerlo.

Ella tomó, con cierto  embarazo, la prenda de su lascivo ofrecimiento y con movimientos algo torpes y temblorosos la sujetó alredor de su cuello.

- Ahora vistámoste para la ocasión. - sentenció su recién estrenado dueño al tiempo que tomaba su mano y la conducía por el apartamento hasta una nueva estancia.

Tras franquear unas robustas puertas de madera maciza, se adentraron en un espacio de estéticas inquietantes repleto, así mismo, de artículos de manifiesta obscenidad donde, además, cuidadosamente dispuesto sobre un enser destinado a la práctica de los más bajos instintos, había una especie de body ceñido de color rojo así como unas medias de rejilla, un par de botines de tacón alto y varios correajes de divesar índole.

Él comenzó a revestirla con aquellas prendas; sin prisas, pausadamente; mientras ella se iba dejando hacer y, pesar de la tensión que impregnaba tan infrecuente tesitura, podríamos decir que ambos disfrutaron del momento.

Cómo colofón, nuestro perverso anfitrión recogió el pelo de su invitada en dos sencillos moños y se alejó algunos pasos para contemplar el resultado de su obra.

- ¡¡Perfecta!! - fue lo único que dijo.


Continuará...


Comentarios

Entradas populares