Sin City.

 

En el curso de todos estos años que llevamos juntos, he ido tratando de desgranar pequeños retazos de los aspectos más peculiares que definen la particular idiosincrasia que destila la ciudad tras el sol. Como ya ha quedado sobradamente demostrado, el impulso sexual está siempre muy presente en cualquiera de las multiples facetas cotidianas que..., para el común de los mortales, no suelen tener mayor relevancia. Lo que, en cualquier otro lugar, no pasaría de ser un hecho intrascendente, en esta urbe impúdica, adquiere otra serie de significados que han pasado a ser consustanciales a su propia naturaleza. Todo queda impregnado de ese espíritu licencioso y se diría que, hasta las propias paredes que vienen a delimitar el espacio que ocupan sus edificios, se suman muchas veces a esa suerte de tónica general.

Cuando ya se lleva algún tiempo deambulando por la que, de facto, podría definirse como la morada de la depravación, uno llega a acostumbrarse a percibir constantemente las soterradas señales que invitan a abandonarse a cierta clase de desenfreno. Todo se ve influido, en cierta forma, por ese rasgo concupiscente que fluye de un modo arrebatado.

Todo ello hace que se vea con otros ojos a las personas, los paisajes, las situaciones del día a día y todo el ambiente en general. Resulta algo bastante difícil de describir pero, con todo y con eso, os aseguro que es algo digno de mención y..., más aún, realmente oportuno de ser experimentado, al menos una vez en la vida y aunque sea desde la perspectiva de un mero espectador. Puede que muchos no sean de la misma opinión (y están en su derecho), pero también sé que otros muchos compartirán mi criterio o, por lo menos, podrán percibir ciertas afinidades.