Añorada vergüenza.
Parece distante el recuerdo,
aquel en que tu verdadero yo
se asomó para invitarme
como lascivo preludio
de un deseo reticente.
Aún me sigo asombrando
de cómo me confesaste
que no hubiera precedentes
de tan íntima sustancia
fluyendo por cortesía
hacia un varón obcecado
por obtener tus favores.
Cuánto pudor rezumabas
y cuánta ilusión se escurría
entre esos muslos cautivados
por la idea de ser libres.
Han pasado muchos años
y el sentimiento pervive
pues, seguro, te sonrojas
al repasar esas horas.
Comentarios
Publicar un comentario