Sin obligación de justificarse.

 




Muchas veces he hablado aquí de los prejuicios a los que, muchas veces, nos enfrentamos quienes hemos decidido ejercer una sexualidad, llamemosla, "alternativa". Pero..., ahora que lo pienso, siempre que lo he hecho ha sido contemplando las suspicacias que esta circunstancia genera en los demás y no atendiendo a esas otras que, muchas veces, se nos presentan a nosotros mismos.

Resulta bastante común, y por otro lado completamente normal, que..., sobre todo al iniciarnos en esta compleja andadura, cuestionemos nuestro propio equilibrio mental. Es más, de no hacerlo, creo que sería cuando estaría plenamente justificado que "nos lo hiciéramos mirar".

Pero cuando alcanzamos a disociar correctamente las circunstancias, situaciones y elementos en los que resulta ilícito poner en práctica nuestras indecorosas peculiaridades, tendemos a alcanzar un razonable equilibrio que nos permite disfrutar, sin agobios ni ningún tipo de controversia interna, de todo aquello que somos en realidad.

En Qarpadia resulta mucho más sencillo hacerlo que en cualquier otro emplazamiento, habida cuenta de lo integradas que se encuentran este tipo de dinámicas en el seno de su cotidianeidad. No existe ninguna clase de suspicacia en relación a la multitud de variables que admiten este tipo de correspondencias impúdicas (algo que, obviamente, no es extrapolable a otros lugares).

Precisamente es en esas otras ubicaciones donde se produce un curioso comportamiento del que no suele hablarse en demasía pero que cada vez parece estar más presente. Me refiero a ese tipo de personas que, con gran firmeza y convicción, muestran públicamente su adhesión a alguna de las variantes que conforman la escena D/s. No obstante, en el caso de introducir el más  mínimo matiz a sus  ponencias, de forma inmediata se ponen a la defensiva (llegando, en muchos casos, al exabrupto gratuito). Este tipo de reacciones no casan demasiado bien con la inmensa seguridad en sí mismos que tratan de vendernos y, muy al contrario, da pie a sospechar que en su interior subyace alguna clase de conflicto pendiente de resolver.

Si de algo podemos estar seguros en esta vida es que nadie con la conciencia tranquila siente la necesidad de justificarse cuando nadie se lo está solicitando.




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