Dotes de mando.

 


Ejercer la autoridad no consiste en adoptar una pose arrogante, lanzar arengas empapadas de soberbia ni..., tampoco, considerarse superiores por imperativo divino. Dirigir como es debido requiere de mucha práctica, sutileza y grandes dosis de observación. Pero, ante todo, el liderazgo ha de manifestarse como un claro ejemplo de convicción; pues nadie querría someterse a los mandatos que emanan de alguien  impreciso y voluble.


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